CABlendario | 22 de noviembre de 1932
Recordamos al ¨Negro¨ Dellavalle
22/11/2016
A 82 años de su muerte, conmemoramos a Miguel Dellavalle, primer cordobés en jugar en la Selección Argentina. Un texto del hincha Eduardo Ropoz.
Miguel Dellavalle debutó en Belgrano siendo muy joven, a los 16 años jugó su primer partido en la división mayor del Pirata. Nació y se crió en Pueblo Alberdi, hoy a 82 años de su muerte lo recordamos con un texto del hincha Eduardo Ropoz. 

En los caminos del recuerdo invoco la ruta hacia una historia difícil de recordar. Porque no estuve y porque es dura.
Solemnemente significo la mirada sobre un hombre que sufrió y decidió irse de la manera más drástica, quitándose la vida con un arma de fuego.

En el ejercicio de recordar algo que no vivimos, debemos recurrir a la frontera entre la historia y la imaginación, pienso.
 
Me gustaría visitar un momento a Miguel Dellavalle, emblemático jugador de Belgrano de principios del siglo pasado.
Caminar por las calles alberdianas de aquella época lejana. Agarrar por Enfermera Clermont, y buscar la casa del Negro.
 
Llego a su covacha, Enfermera Clermont 765.
 
La puerta está entreabierta, es una tarde como tantas otras; no se oye nada desde adentro. Me acerco lentamente y me asomo casi sin asomarme...

Veo una silla, una mesa, poca luz. Hay un par de cuadros que no identifico. Sobre la mesa una botella, creo que de ginebra, y un vaso; sobre la silla un hombre aferrado a ese vaso como si fuera la fuerza que lo mantiene erguido. Del futuro traigo una somera idea de la imagen de Miguel, sin embargo no me alcanza para saber si es él. Deduzco que sí, es esta la dirección. Pero golpeo suavemente la puerta, y pregunto:
 
- ¿Miguel?
 
Inmediatamente, aunque lento, dirige su mirada hacia mí...
 
- Sí... ¿? (me responde con un leve tono de pregunta, acentuado por cierta sorpresa)
 
Me hace un gesto para que entre.

Yo entro.
 
Me quedo mirándolo, me emociono al punto de sentir la vista borrosa; yo sé quien es él, él no lo sabe.

Me mira sin comprender qué quiero decirle.

¡¿Cómo le explico que soy un hincha de Belgrano que vino a visitarlo desde el futuro?!
¡¿Cómo decirle que lo admiramos, lo valoramos y lo recordamos cada vez más?!
¿¡Cómo le expreso que quisiera salvarlo?!
 
Bebe el último sorbo que le quedaba en el pequeño vaso, y sus ojos me pedían que hable...

Miro a mi alrededor, no hay ninguna silla, no hay nada, sólo las paredes y un espacio muy vacío.

Me froto la cara, amago a irme y me quedo en la puerta, mirando hacia afuera... No me voy.
Me quedo inmóvil allí. Él no me dice nada, pero siento su respiración expectante...
 
Y trato de esbozar unas palabras..., en esta frontera entre la historia y la imaginación.
 
- Negro...
 
Yo te lloro en un silencio aparente...
 
Con tu panorama desde la cancha, en el centro, supiste mirar más allá y dar una identidad que signó nuestros destinos y los de muchos que aún no nacieron.
Fuiste bravo; y tu mirada, tu porte, tu forma de jugar, de vivir y morir, lo avalan.
Esa bravura despeinó las chicatas miradas del puerto, te plantabas y demostrabas que estabas para grandes cosas.
No les dejaste otra, querido Negro.
Sos Alberdi y sos Belgrano, porque naciste y te criaste en el barrio, porque en tus días dorados, con muchos amigos, homenajes y distinciones, fuiste imponiéndote en el mediocampo de los equipos de Belgrano que integraste, saliendo campeón en 1917, 1919 y 1920.
¡Te conocían todos!, ¡te admiraban todos!, ¡y más! El boca a boca te fue erigiendo como la máxima figura de Belgrano, la máxima figura del fútbol de Córdoba; sí, eras ídolo, sin par, no hubo ni habría otro igual. El boca a boca te llevó a la Selección Argentina, querido Miguel Dellavalle. 
Así fue, a los porteños no les quedó otra. Todos eran de Buenos Aires y de Rosario en la Selección. Y algo pasaba en Córdoba, "ese Negro juega bien, ese Negro tiene que estar"; el centro half de Belgrano daba que hablar... Sí, vos, Miguel.
Serás siempre el primer jugador de Belgrano y de Córdoba en jugar para Argentina.
La titularidad en el equipo nacional era inminente, generaste toda clase de elogios, y jugaste... Titular inamovible de la Selección Argentina por tres años. Y ganaste... El primer logro sudamericano de la celeste y blanca en 1921 fue con vos en el quipo.
¡Ah! Negro..., ¿te acordás del año anterior en Valparaíso? Hiciste un gol para la selección. Fue el 20 de septiembre de 1920, a Uruguay...
 
...
 
 
Qué silencio, Negro...
 
¡Miguel!
 
Te quedaste allá, ¿no?
 
Escuchame, hermano..., ¡mirame!
 
Percibo tu angustia; si no querés hablar, no lo hagas...
 
¿Puedo..? Escuchá, escuchá...
 
Te quiero dedicar algo, permitime, por favor, Negro...
 
Sueño y sueño que te vivo...
Héroe de la génesis de mi amor...
Lanza en punta
dispuesta a allanar caminos
 
Mirando el pasado te vivo, Miguel...
Comprendo lo inhóspito
viajo en el tiempo
quiero salvarte, Miguel...
 
Nunca es un bien el dolor
si te lastima así
te imagino en la cancha
quiero verte y sentir
 
Corrés, marcás, trasladás
ahí está tu corazón
en tu pie, en tus ojos
¡tenés puesta la celeste, carajo!
 
Miro desorbitado como la llevás
el sol es igual al de otro mañana
al de este ayer...
¡y pateás!
 
¡Gol! ¡Gol! ¡Gol!
¡Salto sin dejar de mirarte!
¡Abrazos!
¡Con los desconocidos de siempre!
 
...
 
Cerré mis ojos fuertemente en ese arrebato intentando una oda al Negro...; demasiado...,  ya no estoy allí.
Allá se quedó él, en su covacha, solo, con su botella, su vaso, y el tiempo extinto.
 
Elipsis mortal.
 
Muy joven la rodilla lo retiró, y su hábitat fue el ostracismo.
Pasaron diez años, que para él fueron muchos más.
Se hizo de un complicado amigo que humedecía el vaso en su covacha.
Matizó oscuros días como pudo, sobrevivió como pudo.
 
El Negro Miguel Dellavalle se murió el 22 de noviembre de 1932, luego de estar días en coma, con la bala alojada en la cabeza.
 
La crudeza de la vida es implacable y nunca esquiva.
Yo te lloro, Miguel...
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