Por Nicolás Marchetti
Sacar agua de las piedras y hacer felices a miles de personas. Ese pareciera ser el mandato que bendice al club de barrio Alberdi. Es que a lo largo de su historia, con bajo perfil y poco presupuesto, se convirtió en el refugio existencial de miles de personas que encuentran en sus colores algo más que un equipo de fútbol.

Como si fuera poco, las actividades extra-futbolísticas en Belgrano se extendieron desde hace algunos años a esta parte, y en la era Pérez "el Pirata" ha llegado incluso a incursionar en la gastronomía, abriendo un pintoresco restaurante en el terreno que está justo detrás de lo que era la tribuna de calle Hualfin, hoy demolida para ser reconstruida próximamente.

Se trata de una casona histórica que estuvo abandonada mucho tiempo y que desde hace algunos meses funciona como la cantina de la escuela de fútbol que funciona en el predio, ofreciendo desayunos, almuerzos y meriendas. La propiedad es hermosa. Gran terreno, arbolada añosa y una casa que desborda estilo con sus pisos calcáreos, techos a doble altura y aire del siglo pasado.

Pero una casa bonita en un terreno mágico y perfectamente ubicado entre la pasión de Belgrano y el río Suquía no es suficiente para que visitarlo sea una experiencia gastronómica recomendable. Para que eso suceda hace falta un chef con experiencia y buen gusto, con conocimiento y pasión.

Como si fuera un número 10 tirando tacos y gambetas en el césped de Alberdi, detrás de los fuegos está un joven-viejo, conocido de la gastronomía local. Se trata de Sergio Blanco, quien tiene pasado en clubes de alta gama como San Honorato, Gran Avenida, Fusco y República, entre otros. Y como dicta la historia, brilla en un equipo cuyo objetivo es dar un buen plato por poca plata.

Belgrano es un equipo que con poco recambio y menos estrellas, saca victorias incluso en condiciones más que adversas. Y en La Casona al mediodía se ofrece un menú de alta calidad con appetizer, plato principal, bebida y postre por apenas $ 100 ($ 80 para socios presentando el carnet). El objetivo de este restó no es ganar dinero, claro está.

Si en invierno está desbordado, hay que reservar mesa o bien esperar a que se desocupe alguna. En verano o con temperaturas más agradables es más fácil porque el jardín es grande y hay capacidad para hasta 100 comensales. Este mediodía el menú incluía una recepción con mayonesa de zanahoria y un rico pan, con la tele puesta en TyC.

El plato principal fue delicioso. Una buena porción de carré de cerdo horneado lentamente, bien tierno y sabroso, junto con unas papas que desbordaban texturas encontradas y condimentos de último minuto, como sal entrefina y romero fresco, que le otorgaron un toque glorioso.

Por supuesto que como todo buen plato se completa con una buena salsa. En este caso fueron dos, que acompañaron el almuerzo hasta el último bocado. Una de verdeo y otra de pimiento rojo, haciendo un juego colectivo que muchos clubes internacionales podrían envidiar si lo probaran.

Cabe destacar que la bebida incluida en el menú puede ser una gaseosa pero también una copa del vino de Belgrano. Se trata de un Cabernet Sauvignon 2008 de la Bodega Otero Ramos, un vino de alta guarda, con medallas y todo, que cierra el círculo y genera una experiencia conceptualmente impecable.

¿El postre? Bien de barrio. Un budín de pan exquisito con una cucharada importante de dulce de leche, que juega con el caramelo y cierra un almuerzo de Primera División.