HISTORIA PIRATA
Castor Fuentes, amor por la camiseta
01/06/2016
Hoy recordamos a un gran utilero del pasado celeste. Un español de enorme corazón, que vivió 40 años debajo de las tribunas de El Gigante, entregando su vida a la causa Belgrano.
Castor- Fuentes- Belgrano.
Basta con googlear esas tres palabras y advertir que sólo existe
un link de una postal hecha por Cultura, Arte, Belgrano, con el fin de rescatar
su figura. Y no hay más en la web.
La prensa, los hinchas, le dan solamente sentido a los once
que se ponen la camiseta y la defienden, a veces bien y otras mal, durante los
partidos. Pero detrás de ellos, existen números anónimos que a lo largo de la
historia han trabajado sin descanso, desde el anonimato, por mucho amor y poco
dinero. Ése es el caso de Castor Fuentes, histórico utilero del CAB.
Según la enciclopedia Viejo y Glorioso Belgrano, llegó procedente
de Pamplona (España) en la década del ’30, escapándole a la Guerra Civil
Española (1936-39). Vivió debajo de las tribunas de El Gigante durante cuarenta
años. En ese estadio vio crecer a sus hijos y entregó la vida al servicio de
nuestra gloriosa y popular Institución.
El Gordo Edgardo Oviedo lo rememora así, en su libro
Acarreando Recuerdos: “Un servidor cumbre de fidelidad y amor por el Club (…) Con
su hijo, Rubén, suyas eran la tribuna, la cancha, los equipos, hasta los
botines de cuanto jugador se calzaba la celeste”.
En algo los testimonios coinciden: Don Castor era un viejo
cascarrabias, un hombre que se enfadaba y protestaba por todo. Pero,
a la vez, tenía un corazón enorme y cuidaba a los jugadores como si fuera un
padre, lo que lo convertía en un personaje entrañable.
A esto se refiere Oviedo cuando cita: “Jamás desaparecerá de
mi retira su pequeña figura, con su boina y su pipa. Siempre una puteada a flor
de labio, porque los muchachos vivían provocándolo y su respuesta era la parte
humorística (…) hacerse putear por el “Gallego” pasó a ser una cultura en el
vestuario celeste”.
Hay varias anécdotas que dan cuenta de su carácter podrido.
Juan Carlos Gómez supo contar que una vez llegó un delantero a probarse - tal
vez Jacinto Carballo- y que Castor le dio dos botines que eran del mismo pie. Y
cuando el jugador fue a reclamarle, le contestó “¡El que sabe jugar, juega lo
mismo!”.
“Pato” Laciar, ex
futbolista de los ’70, rememora: “Eran épocas difíciles. Jugábamos con las
medias agujereadas, y entonces le pedíamos a Castor que las cosiera, que las
arreglara. Y el Gallego te respondía “¡Para qué quieren medias sanas, si
ustedes no sirven!”.
Sus hijos, Rubén y Segundo, se enamoraron de los colores y
acompañaron la causa. “Rubén las hizo a todas: jugador de inferiores, canchero
del frontón de paleta y escaló en la jerarquía institucional hasta ocupar el
cargo de gerente administrativo” (Viejo y Glorioso Belgrano).
En una entrevista publicada por Los Principios, a fines de
los 60, Rubén Fuentes declara con orgullo: “Yo nací bajo estas tribunas (…) y
creo que mis primeros escarpines fueron celestes”.
De tal palo, tal astilla. A los 23 años se convirtió en
empleado efectivo del CAB, con sentimiento y oficio heredado: “todavía usaba
pantalones cortos cuando comencé a correr al lado de Don Castor (…) Él me
enseñó la profesión, a cuidar esa cancha y a marcarla con un reguero de cal (…)
Las líneas del mediocampo, del área chica y del área grande, el trabajo
obligado de los sábados, para que los muchachos jueguen los domingos”.
Y bajo esa premisa vigente, de que al fútbol se jugaba mejor
antes que ahora, le confiesa al entrevistador: “Cómo me gustaría que hubiera
visto usted jugar al equipo del ’37. Salimos campeones invictos. Formaba
Heredia, Sosa y Restelli; Villagra, Múrua y Gorosito; Viller, Luque, Maine,
Salas y Guzmán. Ellos me dieron una de las alegrías más grandes de mi vida”.
Oviedo se consuela en una de sus páginas: “Yo sé que allá
arriba, el Creador lo tiene para inflarle los fútbol en cuanto picado de
cuantos niños corran atrás de una pelota”.
(*) Nota publicada originalmente en el alobelgrano.blogspot.com